martes, 22 de diciembre de 2009

Existen estados emocionales pasajeros como las alegrías o tristezas, emociones fuertes que se diluyen con cierta rapidez. Por el contrario, la nostalgia, la tristeza autocompasiva, el nihilismo y el resentimiento, pueden instalarse por períodos más prolongados, y a veces teñir toda nuestra conducta durante mucho tiempo.

Tomándonos la libertad de incluir bajo el término resentimiento, no solo al rencor, sino a todos estos sentimientos negativos que se instalan y se re-sienten permanentemente, podemos decir que, precisamente una de las puertas de la trampa del resentimiento, es la lógica aparente de lo que se siente, justificándolo por lo que ha ocurrido en el pasado. Desde luego que es una lógica con gran dosis de autoengaño.

“Aquello que se perdió, y ya nunca volverá...”, pareciera justificar con lógica fatalista, la tristeza crónica de quien se empantana en ese sentimiento, tal vez en la búsqueda de la conmiseración de un interlocutor externo, real o imaginario.

“Aquello a lo que aspiraba y ya no podrá ser...”, inmutable realidad que pareciera justificar la desesperanza y el derrotismo.

“El mundo me ha endurecido, con tanta injusticia y sufrimiento...”, motivos más que suficientes para alimentar la llama del rencor, el prejuicio y el nihilismo.

¡Qué real se nos aparece el resentimiento! ¡Qué lógica tan irrefutable justifica nuestro discurso!
¡Qué evidente es la injusticia cometida con nosotros, la violencia a que fuimos sometidos,

el miserable engaño con el que se nos encantó!

¡La muerte nos sorprendió como accidente sin misericordia!

¡Cuánta lógica hay en ese razonamiento por el cual estamos resentidos! Es hasta correcto. Extraño sería lo contrario.

Es evidente que se me perjudicó. Es evidente que eso condicionó mi vida. Ni siquiera he tomado venganza, o tal vez si…

Hay un solo detalle. Sufro.”

Reconocer la lógica que opera en mis argumentos y emociones.

Seguramente que es ese sufrimiento, (o la perturbación que mencionaba Krishnamurti), lo que debiera motivarnos a salir de ese estado. Pero no es tan sencillo al parecer. Porque cuando uno se quema con fuego, retira la mano y a futuro toma precauciones para no quemarse. Pero el resentimiento parece retenernos con un formidable magnetismo.

No siempre se nos evidencia que cierto tipo de sufrimiento tiene su raíz en él. Y peor aún si ese sufrimiento producido por el resentimiento, se va anestesiando y metamorfoseando con conductas compensatorias, en las que el resentido encuentra un modo de autoafirmarse en roles en los que se siente seguro de sí mismo y superior a los demás, y hasta se siente valorado en cierto entorno social adecuado a sus roles.

Algunos seres brutales, al resentirse, se autoafirman en la “guapeza” y ostentan la violencia física como un factor de prestigio.





El débil resentido se autoafirma en sus “talentos” y degrada a los que “no están a su altura”, ejerciendo violencia sicológica.






El frustrado resentido se autoafirma en su nihilismo, asumiendo que todo aquel que cree en algo es un ingenuo, y así en un mundo de idiotas, él se

siente exitoso por contraste.






Como ya hemos visto, la trampa del resentimiento tiene una primer puerta que hay que atravesar para salir, que es la de la supuesta lógica entre “lo que los demás me hacen y lo que a mi me pasa”. Tal vez podríamos cuestionar la lógica del resentido, apelando a la inversa:

A quien justifica su odio porque todo el mundo está en su contra, habría que preguntarle si no será que desde la obnubilación de su odio, ve enemigos en todas partes.

Cual es mi tendencia de autoafirmacion?

En la guapeza

En mis talentos

En el nihilismo

Sin embargo, aunque desarticuláramos la aparente y absurda lógica de quienes se aferran a tales estados resentidos, nos encontraríamos con una tercera puerta difícil de sortear:

La adhesión a ese particular estado, el “gusto” por tal estado, como por ejemplo quienes se indigestan con alimentos sabrosos.

La única manera de sali

r es lograr experimentar que esta “intoxicación” que mencionaba Scheler, tiene olor, sabor y color de “sustancia tóxica”, para así poder rechazarla. Y para ello es necesario comprender que el veneno se vuelve contra uno mismo, y no contra ese enemigo internalizado. Porque en el resentido

, hay cierto morboso placer en sentir que se daña a los supuestos culpables de sus frustraciones y pesares, al incubar resentimiento, sin darse cuenta que se trata de un boomerang arrojado al vacío.

El ácido del rencor no corroe a ese odiado enemigo, sino el interior de quien odia.

El nihilismo apaga las esperanzas del escéptico, pero no detiene a los supuestos culpables de sus frustraciones.

Finalmente, aunque se evidencie la ilógica del resentimiento, y aunque se comprenda el sufrimiento interno que genera, todavía queda una cuarta puerta en esta trampa del resentimiento, y es la falta de voluntad y de fortaleza interna para salir de allí.

Porque aunque se comprendiera que ya no existen verdaderas razones, ni motivaciones, para permanecer empantanado en esa trampa, si no hay una fuerte luz que nos atraiga al final del túnel, no ha

brá tampoco fuerzas para romper con el seductor magnetismo del abandono. Para los que tengan la resolución de salir de ese pantano, el resentimiento sólo será un escollo por sortear; pero para quienes desean permanecer allí, seguirá siendo el pretexto que justifica su abandono, culpando a los demás.


El enfoque adecuado de la Reconciliación

Un error muy común, en quienes se resisten a buscar una reconciliación interna con respecto a

situaciones en las que se les ha provocado algún daño, es el de creer que tal reconciliación sería una suerte de favor o concesión hacia alguien que no merece tal gesto, es decir la persona que causó el daño.

Otro error es creer que si mantenemos y alimentamos nuestro resentimiento, infringiremos su merecido castigo a quien nos ofendió, cuando en realidad nos estaremos castigando nosotros mismos al envenenarnos por dentro.

La reconciliación no implica olvidar el pasado, sino evitar que el pasado se nos imponga como si fuera el presente, oscureciendo y condicionando el futuro

Es sobre todo un acto positivo hacia uno mismo, más allá de que pueda también tener consecuencias en otros.

El resentido que busca reconciliarse, no debiera plantearse si ese acto significa “amigarse con”, sino que significa “curarse de”.

Ahora bien, que se esfumen los fantasmas internos

Reconciliar no significa cerrar los ojos para no ver lo negativo del presente, sino que significa abrirlos más, para ver también lo positivo, y teñir la realidad lo menos

posible con contenidos internos y comprender de que manera nuestro ego fue atacado o dañado

¿Que imagen de mi mismo fue dañada ?

¿Que imagen de mi mismo compenso ?

¿Que frustración no puedo asumir y culpo al otro?

¿Que aprendizaje o avance logre de ese fracaso ?

¿Que significado positivo implica en mi proceso ?

¿Que imagen de futuro orienta mi proceso y mi reconciliación o sanación ?

Reconciliar no es olvidar ni perdonar, es reconocer tod

o lo ocurrido y es proponerse salir del círculo del resentimiento. Es pasear la mirada reconociendo los errores en uno y en los otros.

Si es que buscamos la reconciliación sincera con nosotros mismos y con aquellos que nos han herido intensamente es porque queremos una transformación profunda de nuestra vida .


SILO. Parque Punta de Vacas Sábado 5 de mayo de 2007